Por ejemplo, puede decirle un varón a su compañera mujer, ``qué guapa estás hoy'' en vez de ``me gusta el trabajo que has hecho'', que es lo que le gustaría. ¿Cómo se puede responder a una provocación si ella no tenía interés previo? No se puede, en cierto modo, ni responder bien ni responder mal. En cambio la mirada sigue ahí esperando algo, causando vergüenza hasta poder ``salir del paso'' sonriendo sin ganas, dando las gracias que poca gracia nos hacen, o arriesgándonos al reproche (``era una broma'', ``qué mal carácter tienes'').
Ocurre en algunas ocasiones que estas actitudes que provocan vergüenza son deliberadas en vez de casuales. Entonces hablaremos de abochornadores y avergonzadores que abusan del factor sorpresa o comprometedor para disfrutar del efecto que suscitan y sacar una ventaja de ello (habitualmente sentirse superiores).
Una lista de ideas útiles para afrontar los distintos tipos de vergüenza es:
- Amedrentar al abochornador descalificando su actitud (aunque nos estemos muriendo de vergüenza). Por ejemplo decir, ``no me parece correcto que me ridiculices en público, cosa que ni a tí ni a nade le gusta que le hagan'' -esto dicho preferiblemente delante del mismo público en que ha tenido lugar el alevoso desprecio.
- Defenderse, pero suavizando o normalizando a continuación, en las situaciones ambivalentes: ``No me gusta que mezcles el galanteo con el trabajo, ya que además de no gustarme me molesta. Por cierto, ¿qué opinas del trabajo que te entregué?, me gustaría que me dieras la opinión''
- No duplicar la vergüenza, considerándola una emoción normal que una persona normal se puede permitir (mientras que ``don perfecto(a)'' no). Esta emoción, válida, lo importante es que sea seguida de la acción adecuada (es decir, no huir o retirar la vista, sino provocar una salida de ``circunstancias'' para ``salir del paso'').
- Lo antes posible, hacer algo (romper el silencio) que resuelva la tensión interna y la expectativa pasiva del que nos mira: preguntar, opinar, sugerir, etc.
- Si el que nos mira tiene derecho a mirar (aunque sea con cierto grado de descaro o inadvertencia censurable) aceptar ser ``paisaje'' visual para el otro en vez de sentirnos analizados como en un examen, y menos aún suspendidos de resultas de la atenta inspección. Hay una diferencia entre sentirnos ``anónimos y libres'' a ``prisioneros escudriñados''. La libertad no nos la tienen que otorgar los demás, sino que la cogemos nosotros al asalto, bien mirando a los ojos del que nos mira, para ponerle en evidencia, bien mirando a otra parte con descaro, otorgándonos también el placer del descanso y, sobretodo, disminuyendo la capacidad del mirador de ser lo bastante importante como para importarnos (tratarlo a él como un objeto entre los objetos, no como sujeto omnisciente o dios que todo lo ve y todo lo juzga)
- Considerar que somos invisibles y que seguimos conservando el control de nuestra privaticidad. Ni el que nos mira sabe nada de nuestra intimidad, ni tampoco nosotros sabemos nada de lo que piensa -podría estar considerando en ese momento, por ejemplo, qué día ir al dentista, en vez de si nuestro nuestro aspecto resulta adecuado)
- Tolerar la curiosidad que podemos producir en los demás por nuestra belleza, atractivo, estética u objetos que llevamos. Esa curiosidad, que sería temible si fuera la de un ladrón que calibra la posibilidad de quitarnos una cadena de oro o la cartera, porque se trataría de una intención de llevar a cabo actos reales, en cambio es inocua si la persona nos usa para fantasear o entretenerse un ratito, ya que en este caso debemos considerar que es una humilde contribución a la humanidad, inocente e ingenua, sin compromiso, hipoteca o inconveniente para nuestra vida real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario